sábado, 12 de julio de 2014

Se la vi

De pronto,
me olvidé de los perros que no tienen hogar,
de las especies que hemos extinguido,
de los bosques que ya no existen
y del cielo contaminado que no me deja ver estrellas.
Me olvidé de esa familia
a la que no llegan ingresos
y que improvisa cada día
para salir adelante.
Me olvidé de los niños que andan
con los zapatos rotos y la infancia descalza.
Me olvidé de la corrupción en la política,
de la ineficacia del sistema,
del egoísmo de los de arriba,
del conformismo de los de abajo
y de que detesto todo eso.
Me olvidé de los transgénicos
que nos venden con la comida,
y del hambre que se pasa en África,
y de las toneladas de alimento
que se arrojan a la basura,
y también de la gente que rebusca
en el vientre de los contenedores para llenar los de sus hijos.
Me olvidé de todas esas tristes guerras
a las que marchan los hombres con la empresa
de matarse sin saber muy bien por qué.
Si lo viera Miguel...
Me olvidé de los vagabundos
y de cómo se empapan cuando llueve,
y de toda la droga que inunda callejones y esquinas.
Y ya puestos a olvidar...
Me olvidé del llanto de mi madre.
Me olvidé hasta de mis muertos.
Me olvidé de los corazones que partí
y de cuando me lo rompieron.
Me olvidé de las veces que he llorado
y de las que me quedan por llorar.
Me olvidé de la fecha en que nací
y de que algún día moriremos.
¡Me olvidé de todo!
¿Sabes cuándo?
En el momento en que te vi sonreír
y comprendí que el mundo es un lugar hermoso,
y que la vida puede ser tan bella.




Rafael Eduardo

martes, 8 de abril de 2014

Como el aire

 

 

Unos renuevan alas y a otros se las cortan

Yo me mantengo en el observatorio

 a la espera del mejor cielo que volar

Mi mente me deja a ratos

y me ríe desde lo más alto

Enamorada de mis instintos

sigo fijándome en cada paso que doy

en cada suelo que piso

en cada bocanada de aire que me da vida

Es precioso el brillo

Queda poco para arrancar raíces  y olvidar

Me espera todo

Todo sabe que pronto llegaré   




martes, 4 de marzo de 2014

  —Adelante, pasa.
No esperaba esta propuesta de modo que me puse algo nervioso, pero ya que la había acompañado hasta la puerta de su casa, no iba a rechazar la invitación, así que entré. Además, la chica estaba bastante bien.
Lo primero que me sorprendió al entrar fue el silencio que reinaba en el ambiente. Pensaba que los colombianos eran más ruidosos. De todas maneras ella no tardó en derrocar este silencio con suma naturalidad.
—No hay nadie en casa —dijo mientras se hacía una cola de caballo en su pelo, el cabello más negro que he visto en mi vida, y eso que apenas he cumplido los dieciocho.
—Casi siempre me la paso sola en casa —agregó, y por fin terminó de recogerse el pelo; entre eso y esto último que dijo ya me estaba poniendo muy nervioso.
Iba a comentarle algo pero se adelantó a mis palabras.
  —Perdona el olor a tabaco, pero es que mi familia fuma mucho.
—Tranquila, en mi casa pasa igual, ya estoy acostumbrado —le contesté.
Me dedicó una sonrisa. Sonríe bien, pero a la media luna de su boca le siguió un suspiro.
—Muchas veces, aunque esté mi familia en casa, me siento sola.
Iba a comentarle que tranquila, que en mi casa pasaba igual, que ya estaba acostumbrado, pero en lugar de eso le di un abrazo.