martes, 4 de marzo de 2014

  —Adelante, pasa.
No esperaba esta propuesta de modo que me puse algo nervioso, pero ya que la había acompañado hasta la puerta de su casa, no iba a rechazar la invitación, así que entré. Además, la chica estaba bastante bien.
Lo primero que me sorprendió al entrar fue el silencio que reinaba en el ambiente. Pensaba que los colombianos eran más ruidosos. De todas maneras ella no tardó en derrocar este silencio con suma naturalidad.
—No hay nadie en casa —dijo mientras se hacía una cola de caballo en su pelo, el cabello más negro que he visto en mi vida, y eso que apenas he cumplido los dieciocho.
—Casi siempre me la paso sola en casa —agregó, y por fin terminó de recogerse el pelo; entre eso y esto último que dijo ya me estaba poniendo muy nervioso.
Iba a comentarle algo pero se adelantó a mis palabras.
  —Perdona el olor a tabaco, pero es que mi familia fuma mucho.
—Tranquila, en mi casa pasa igual, ya estoy acostumbrado —le contesté.
Me dedicó una sonrisa. Sonríe bien, pero a la media luna de su boca le siguió un suspiro.
—Muchas veces, aunque esté mi familia en casa, me siento sola.
Iba a comentarle que tranquila, que en mi casa pasaba igual, que ya estaba acostumbrado, pero en lugar de eso le di un abrazo.